Ejemplos de adaptaciones fisiológicas
Los seres vivos, para subsistir en un cierto entorno, desarrollan distintos procesos de adaptación al medio. Uno de esos acomodamientos se conoce como adaptación fisiológica y se basa en cambios metabólicos y transformaciones internas.
Al observar la naturaleza uno puede hallar numerosos ejemplos de adaptaciones fisiológicas. El cactus, por ejemplo, adquirió la capacidad de acumular en su interior elevados niveles de agua para tener reserva cuando el riego escasea (en épocas de sequía, por indicar una situación frecuente en los desiertos).
El pez, por su parte, adaptó su parte respiratoria para poder oxigenarse debajo del agua: de ahí que posea branquias y que, por lo tanto, no necesite salir a la superficie para respirar. Las adaptaciones fisiológicas de los osos polares, que viven en ambientes fríos o helados, asimismo, incluyen el almacenamiento de grasa y la cobertura de la piel con capas gruesas de pelo para poder hacer frente a la crudeza meteorológica manteniendo cálido su organismo. Este proceso recibe la denominación de termorregulación.
Cada especie, como se advierte al repasar los ejemplos anteriores, se caracteriza por desarrollar adaptaciones fisiológicas específicas de acuerdo a dónde y cómo vive y qué hábitos posee. El búho, por añadir otra referencia, adecuó su ritmo biológico y alteró parte de sus sentidos para poder desplazarse, alimentarse y subsistir en entornos oscuros o en penumbras. Por eso posee ojos de gran tamaño y se distingue en este ave rapaz una gran sensibilidad auditiva que le brinda la posibilidad de ubicar presas sin necesidad de que haya una fuente de luz.