Ejemplos de saber vulgar
A lo largo de nuestra vida podemos descubrir una amplia variedad de saberes que nos vuelven más cultos o que le dan mayor sabiduría a otro individuo. El sabor filosófico y el saber científico son parte de estas posibilidades, pero en esta oportunidad haremos foco en las particularidades de otro grupo: el del saber vulgar.
De acuerdo a la teoría, la experiencia propia y los sentidos son fundamentales para desarrollar el saber vulgar, el cual sorprende al sujeto de modo espontáneo y lo encuentra con una actitud pasiva, es decir, sin hacer uso de su capacidad crítica.
La tradición transmitida oralmente de generación en generación y las situaciones cotidianas que uno atraviesa nos llevan a sentir de una determinada manera y a no cuestionar conocimientos acumulados por el solo hecho de vivir.
Se interpreta como saber vulgar, por ejemplo, la indicación de regar que alguien nos hace al darnos una planta porque, sin haber estudiado formalmente para cuidar un jardín, esa persona sabe por experiencia propia que, si de manera regular uno no humedece las macetas, las plantas que crecen en ellas se secan por falta de agua.
El saber vulgar, asimismo, lleva a un adulto a prohibirle a un niño de corta edad estar cerca de la cocina (o a supervisarlo a todo momento mientras el pequeño está en dicho ambiente) porque sabe que allí hay productos tóxicos que se utilizan para limpiar, piezas frágiles de vidrio o cerámica, elementos cortantes (cuchillos, por ejemplo) y fuentes de calor que podrían poner en riesgo la integridad del menor.