Ejemplos de movimientos voluntarios
Cuando le enviamos a nuestro cerebro la orden de darle movilidad a una parte específica de nuestro organismo aparecen los movimientos voluntarios. Como se deduce del nombre de esta categoría, en este conjunto se nuclean todas las acciones que llevamos a cabo de manera consciente, es decir, están pensadas previamente y se desarrollan por voluntad propia.
A diario realizamos una gran cantidad de movimientos voluntarios para cumplir diferentes objetivos.
Para iniciar la jornada, por señalar una situación habitual, apenas nos despertamos le damos a nuestro cuerpo la orden de moverse, estirar los músculos y levantarse a fin de poder ir caminando a lavarnos los dientes y a mojarnos la cara, entre otras tareas. En esos casos, movemos voluntariamente el cuello, las piernas, los brazos y las manos.
De tener que ir por escalera a algún sitio, ya sea en dirección ascendente o descendente, por otra parte, haremos movimientos voluntarios para que nuestros pies puedan subir o bajar escalones, así como cuando no es suficiente con estirar los brazos para alcanzar algo optamos por el movimiento voluntario del salto.
Los movimientos voluntarios, en definitiva, surgen y se llevan a cabo por decisión propia con un propósito concreto: movemos el brazo y ponemos los dedos de la mano en una ubicación especial para escribir o batir, le ordenamos a nuestras piernas ponerse en una posición determinada cuando queremos patear un balón, movemos la cabeza de un lado a otro al hacer el gesto correspondiente a No y de arriba para abajo para expresar un Sí sin necesidad de palabras, etc.