Ejemplos de barbarismos
Barbarismo es un vocablo nacido del latín barbarismus que se utiliza para definir a la incorrección basada en pronunciar o escribir mal las palabras, o en el empleo de expresiones inapropiadas. El concepto, resalta la Real Academia Española (RAE), también funciona como sinónimo de barbarie y/o de barbaridad.
A nivel coloquial surgen a diario infinidad de ejemplos de barbarismos, muchos de los cuales terminan siendo aceptados debido a que su utilización se generaliza y se extiende a personas de distintas clases sociales y con diferente nivel de cultura.
Las equivocaciones al citar determinados términos no es exclusiva de los niños, por eso en ocasiones es difícil revertir costumbres como las de decir almóndiga en vez de albóndiga, dijieron por dijeron, higénico por higiénico o comisería por comisaría. Además, es usual que un individuo extranjero que no domina bien el español articule mal las frases o no logre expresarse de modo correcto.
Entre los barbarismos más comunes no están sólo los mencionados líneas arriba, sino también palabras como cuete (por cohete), captus (cactus), acectar (aceptar), dotor / dotora (doctor/a), dentrífico (dentífrico), delicuente (delincuente) y sámbuche (por sándwich).
A raíz de los barbarismos, no es extraño que en medio de una conversación surjan expresiones como las que figuran a continuación:
“Me enojé porque tuvo una mala atitú” (actitud)
“Hace como media hora que espero el coletivo” (colectivo)
“No funcionan las abujas de ese reloj” (agujas)
“Me encantan las alverjas” (arvejas)
“Mi almuada es incómoda” (almohada)
“A mi marido le duelen los pieses de tanto caminar” (pies)