Ejemplos de diminutivos
Por muchas razones, en múltiples circunstancias, apelamos a los diminutivos. Según nos enseñan en el colegio, son palabras que marcan que algo es más chico o pequeño respecto a otro elemento del mismo estilo. A veces se aprovechan para darle un significado intensivo a la oración, otras como parte de una expresión afectuosa y hay oportunidades donde el recurso se emplea con fines despectivos.
Una mamá, mirando a su hijo recién nacido, puede pronunciar frases como “¡Me muero de amor por estos ojitos!” o “¿No son lindos estos piecitos?”, mientras que en otro contexto totalmente distinto alguien puede expresar con indignación “¡Me estafaste, me vendiste papelitos de colores. Este aparatito no funciona!”.
Al comparar una silla infantil en miniatura con una diseñada en tamaño estándar para el comedor de un hogar familiar, por otra parte, se puede expresar: “Las sillitas de plástico para chicos cuestan ochenta pesos cada una, las otras están doscientos pesos”.
Una adolescente enamorada, asimismo, puede cariñosamente llamar a su novio como “Osito”, “Gordito” o “Bebito”, pero si alguien apela a la ironía para dirigirse a la pareja de un familiar o amiga es posible que surjan expresiones como “Preguntale a tu maridito dónde estuvo anoche”, “¿Estás seguro que tu mujercita te dice la verdad?”.
Otros diminutivos de uso frecuente para sumar alternativas que ayuden a identificar mejor a esta clase de términos:
Cochecito (“Ayudame por favor a guardar el cochecito del bebé”)
Juguito (“Café no, pero te acepto un juguito de naranja”)
Perrito (“Adopté un perrito de la calle”)
Cartita (“Hoy Mateo y Ailén le escribieron una cartita a Papá Noel”)
Pancito (“¡Qué rico queda el pancito mojado en la salsa!”)