Ejemplos de reversibilidad
Algo que se puede revertir, es decir, que tiene posibilidades de ser devuelto a su estado original, se caracteriza por tener reversibilidad. En la vida cotidiana, con sólo prestar atención a ciertos procesos o actividades, podemos advertir la existencia de numerosos casos de reversibilidad.
Valiéndonos de una pequeña cantidad de agua, por citar un caso concreto, tenemos la posibilidad de formar hielo si ponemos la sustancia en el congelador. De cambiar de idea, ese estado del agua se puede revertir con el método del descongelamiento, que permite devolverle a la materia su estado original.
Haciendo nudos en un cordón o enlazando lanas, asimismo, podemos generar un adorno que será reversible siempre que no alteremos las medidas ni las propiedades de la materia prima: con sólo desatar los nudos o desenganchar las lanas, recuperaremos los elementos de base.
Si hacemos dobleces en una hoja, por otra parte, tal vez lleguemos a generar un sobre. En este caso, la reversibilidad del proceso permitirá volver a tener la hoja original si hacemos el camino inverso. De igual modo, podemos alterar cuantas veces queramos la medida de una banda elástica (aprovechada, por ejemplo, para cerrar un envase o mantener unidos varios elementos) y revertir esa amplitud con sólo quitar la tensión aplicada.
Cabe resaltar que la reversibilidad también se puede apreciar y aprovechar en ciertas prendas de vestir, ya que se fabrican, por ejemplo, camperas que de un lado son de un color o tienen detalles específicos y, del otro, ofrecen otro diseño que podemos reemplazar con sólo modificar el lado de uso.