Ejemplos de sustancias corrosivas
El ácido sulfúrico, el ácido fluorhídrico, el ácido nítrico, el nitrato de plata, el peróxido de hidrógeno (más conocido a nivel popular como agua oxigenada), el ácido fórmico, el amoníaco y el cloruro de acetilo, entre muchas otras alternativas, integran el conjunto de las sustancias corrosivas.
Como se trata de ácidos y bases capaces de generar daños y destrucciones al entrar en contacto con ciertas sustancias, entornos o superficies, es fundamental tomar medidas de precaución antes de aplicarlos o manipularlos.
Las máscaras para proteger el área facial, los zapatos y trajes de seguridad, los guantes y las gafas especiales para proteger la vista son elementos que no pueden faltar al trabajar o tener exposición a este tipo de sustancias que provocan corrosión e irritación.
Si, por accidente, descuido o a raíz de un ataque violento (en el marco de una agresión física con claras intenciones de provocar lesiones importantes), alguien ingiere, inhala o toma contacto con cualquier parte de su cuerpo con una sustancia corrosiva (como puede ocurrir al exponerse o utilizar determinados productos de limpieza, por ejemplo) es fundamental acudir al médico. El dolor (en la zona abdominal, pecho, garganta, etc), el prurito, la quemazón y la tos son parte de los síntomas que puede experimentar el afectado.
Además de las opciones citadas líneas arriba hay otras sustancias catalogadas como corrosivas. Así ocurre con el trifluoruro de boro, el hidróxido de sodio (identificado a nivel común con el nombre de soda cáustica), el hidróxido de litio (generado con litio y agua) y el óxido de fósforo, por enumerar otras a modo de referencia.